La Corrupcion sexual y su herencia maldita

La Corrupcion sexual y su herencia maldita

PLANES PARA EL PROGRAMA
El programa que sigue presenta en forma dramatizada una tremenda advertencia contra la impureza y los vicios. Si bien está dirigido a los jóvenes, es aleccionador para todos.
Convendrá que se distribuyan las partes entre los diferentes protagonistas con mucha anticipación. La escenografía tendrá que adaptarse a las diferentes escenas. Este drama, bien ensayado y presentado, causará una profunda impresión en los asistentes.
INTRODUCCION
Narrador: En un pueblo de campo, de esos tantos que hay en nuestros países, donde el vicio y la corrupción degradan el alma y entorpecen los sentidos, se desarrolló esta dolorosa tragedia, tan hondamente sentida. Es muy triste lo que les ocurrió a los protagonistas de este drama, quienes, por el penoso hecho de ser depositarios de la herencia maldita del vicio, se transformaron en las víctimas inocentes de una enfermedad aborrecible y despreciable, que mina a la sociedad y destruye muchas veces a seres que no tienen la menor culpa.
Primera escena
Narrador: Ha llegado el mes de mayo, mes de alegría y de fiestas, mes en el que la naturaleza parece estar más risueña que nunca y brinda a todos sus dones seductores... las hermosas flores que cautivan el alma y la fragancia exquisita que embriaga los sentidos. En una de esas hermosas noches de mayo, observamos a Pablo y a Elena conversando animadamente en el jardín. Más que sus palabras, sus ojos hablan con elocuencia irresistible del inmenso amor que los une y de la honda ternura que anida en sus almas.
Pablo: Sé que lo que te he dicho en estos momentos tan caros para mí, ha sido expresado muchas veces ya por otros y siento no poder encontrar palabras nuevas para decírtelo de manera distinta. Muchas veces estas frases que has oído esta noche han brotado de labios de algún hombre, pero, Elena, nunca, jamás, han nacido de un corazón tan sincero, tan profundamente enamorado como el que has aceptado esta noche. Al corresponder a este cariño me haces el más feliz de todos los mortales, y sólo deseo con toda mi alma que tú también seas muy dichosa.
Elena: Y... yo también soy feliz. Sé cuán bueno eres y estoy segura de que a tu lado encontraré todo lo que he esperado de un verdadero hogar.

Pablo: Bien, querida, hace rato que estamos aquí... ¿No te parece que es mejor que nos reunamos con los demás invitados? Creo que la reunión social ha comenzado.
Elena: Sí, Pablo, vamos. No quisiera que nadie se enterara de lo nuestro ahora. Quisiera ser la primera en tener la dicha de decirle a mamá que nos amamos.
Pablo: Vayamos, querida, y no te olvides de que te amo con todo mi corazón que si te lo oculté por tanto tiempo y no te expresé mi amor hasta hoy, era porque quería estar seguro de que este sentimiento tan profundo era correspondido por ti. Sobre todo, Elena, quería tener algo que ofrecerte al solicitar tu cariño y saber con toda seguridad que podría hacerte feliz.
Narrador: ¡Cuán hermoso es el amor de dos almas afines... de dos corazones gemelos! ¡Cuánta ternura encierra un amor lleno de comprensión! No hay nada en la vida tan hondamente ansiado... tan hondamente anhelado, como el cariño del ser amado, por el cual se conquistan los más altos ideales.
Segunda escena
(En la sala de la casa de Elena se hacen los últimos preparativos, mientras esperan a Pablo y a su mamá. Después de conversar un rato se hace la petición formal para darle al compromiso un carácter oficial; luego se sientan todos en la sala y se habla de los estudios de Pablo, de su trabajo y del carácter de Elena.)
Madre de Pablo: Amiga querida, yo estoy segura de que mi hijo hará a Elena todo lo feliz que tú deseas que sea y que ella tanto anhela. Tú sabes cuán correcto y estudioso ha sido él siempre, y cuán distinta es su conducta de la vida frívola y un poco disipada que llevaba mi esposo, quien pudiéndome haber hecho feliz, no lo hizo por la vida social tan agitada que llevaba.
Narrador: Dulce es el amor... ¿verdad?... Cómo cambia la vida al hechizo de ese magno sentimiento que el Creador hace brotar en el frágil corazón humano. El amor genuino es una herencia bendita que nos viene de nuestros primeros padres; es una fuerza inspirada y dirigida por Dios, que hace al hombre y a la mujer abandonar padre, madre, hogar... todo, por seguir al ser amado.
Pablo y Elena se aman y ellos también necesitan formar su hogar. Un hogar donde el amor ha de reinar plenamente, y donde la ternura de Elena y la bondad de Pablo serán centinelas fieles para defender la paz y la tranquilidad de sus vidas. Legó al fin el día de bodas y con ello las solemnes promesas de fidelidad y amor eterno.
Tercera escena
(Aparece la escena de la boda. En la sala del hogar de Elena están, además de los familiares, algunos invitados. La escena debe ser alegre. Cuando el pastor va a comenzar a casarlos, todos guardan silencio; al terminar e/ pastor de leer un pasaje de la Epístola de San Pablo a los Efesios, se cierra el telón antes de hacer la oración.)
Narador: Luna de miel... felicidad... dicha que embota los sentidos. Todo parece estar demás en el mundo, menos la presencia del ser querido... Retorno al hogar y con ello a la realidad de los sueños juveniles y el verdadero significado del matrimonio. En el hogar de Pablo y Elena reina la paz y la tranquilidad, pero ¿dónde está la felicidad soñada y anhelada?... ¿Acaso Elena ha dejado de ser la dulce y tierna compañera que Pablo deseaba encontrar?... ¡No! ¿Y Pablo ha cambiado? ¡Tampoco! Es el mismo de antes... correcto, comprensivo, cariñoso, es el mismo Pablo que Elena vio tantas veces en sus sueños de novia... ¿Entonces, qué ocurre?
Ah, las sombras ocultas del mal rodean aquel hogar; la herencia maldita y aborrecible que se transmite de generación en generación va estrechando sus lazos traidores más y más en torno a aquellas vidas inocentes.
Cuarta escena
(Aparece Elena enferma en su cuarto. Con ella está su mamá, la madre de Pablo, éste y el médico. El doctor la reconoce y explica que Elena va a ser madre, pero que necesita mucho cuidado... Al salir, el doctor llama a Pablo y sostienen el siguiente diálogo):
Médico: Pablo, me apena comunicarte lo que hace tiempo venía sospechando acerca de la enfermedad de tu esposa, pero... es el caso que estoy completamente convencido de que tu esposa...
Pablo: ¡Hable, doctor! ¿Por qué calla?... Se lo suplico... ¿Se muere Elena? ¿Acaso no puede tener el hijo que tanto anhela y que sería lo más grande que yo pueda darle para ver si logro
hacerla feliz?
Médico: No... Pablo, no es eso aunque tal vez fuera preferible mil veces que ese ser no viniera al mundo... Mira... ven mañana a mi consultorio y allá hablaremos.
Narrador: Para Pablo los minutos se alargan en horas y las horas tienen sabor a eternidad. Cuánta angustia, cuánto dolor se refleja en el rostro de aquel pobre inocente que daría su vida por hacer feliz a su esposa, por alegrar la existencia de aquel ser que tanto ama y que un mal desconocido para él va destruyendo implacablemente. Sin embargo, cuán lejos está de sospechar que a pesar de su inmenso anhelo de hacerla dichosa, es precisamente él quien con su herencia maldita, está aniquilando poco a poco la vida de aquella víctima inocente, que lentamente se consume de dolor.
Quinta escena
(En el consultorio aparecen el médico y Pablo).
Médico: Pues bien, Pablo, ayer me faltó valor, me faltaron las fuerzas para comunicarte lo que irremediablemente debo decirte y que tú tienes todo el derecho de conocer. Tu esposa ha contraído una terrible enfermedad venérea, enfermedad de éstas que derivan de los mal llamados vicios sociales y...
Pablo: (en tono lleno de indignación): ¿Cómo?
¿Está usted loco? No, no puede ser doctor, usted está equivocado. Ella es pura... Ella no y mil veces no. Ella es inocente y usted es un...
Médico: Calla, Pablo... es el médico quien habla y no el amigo. (Un poco más calmo.) Como tú mismo has dicho, tu esposa es inocente, pero tú... tú...
Pablo: ¿Qué insinúa, doctor? Yo... Usted sabe que mi vida es limpia como no hay otra que la supere. Mi fe cristiana me ha mantenido puro, sin vicios y...
Médico: Lo sé Pablo, lo sé, pero por desgracia esa maldición se transmite de generación en generación, y ésa es precisamente la causa de todo lo que sucede en tu vida y en tu hogar. De todos modos, voy a hacerte una prueba para salir de dudas. Espera un momento.
(Sale el doctor y pronto aparece con el equipo necesario para realizar un análisis de sangre. Al quedar Pablo solo, se lo nota inquieto, impaciente, esperando los resultados. Después de un rato aparece el doctor con rostro afligido. Pablo toma el análisis de su sangre; al leerlo, se sienta nuevamente en el escritorio y con el rostro entre las manos sollozando murmura):
Pablo: ¡Culpable... culpable, Señor!
Narrador: El tiempo pasa. Pasan las horas, los días, los meses. Elena, enferma, pálida, decaída, va a ser madre. La gozosa esperanza de que pronto estrechará en su seno al ser que lleva en sus entrañas y que es carne de su carne... el fuego de su amor, le da ánimo para sonreír a su esposo amado, quien muchas veces regresa al hogar con una profunda tristeza reflejada en su rostro. Elena, al observarlo, siente que su corazón se estruja de dolor, de ese amargo y silencioso dolor que lo devora todo y que a la vez que los une, los separa.
Pablo no es el mismo. Ya casi no conversa con ella; ya no desea pasar sus horas libres a su lado y contarle como antes sus cuitas y sus alegrías. Pablo rehuye la mirada de su esposa. Sufre... Ella también nota que en aquel corazón generoso, en ese pecho varonil, se libra un drama angustioso, pero no puede imaginarse el cuadro completo.
¡Qué tragedia! La herencia maldita de un vicio que la sociedad condena, pero no castiga, arrancó la felicidad de aquellos corazones nacidos para amarse y asestó en forma traicionera un golpe cruel a este hogar recién formado.
Sexta escena
(Aparece Elena con el niño en brazos y llorando. Pablo, a su lado, la acaricia y también llora al contemplar a su hijo.)
Pablo: (levantándose con desesperación), Elena mía, no puedo más... Esto me quema el alma, es más fuerte que todo. No puedo seguir callando... mi vida está destrozada... Malditos mil veces los vicios de concepción sexual que destruyen hogares, deshacen vidas y mutilan las carnes puras de seres inocentes que llegan al mundo pagando un delito que ellos no han cometido... seres inútiles para la sociedad, así como nuestro hijito que jamás podrá tener una existencia normal... Malditos los vicios que arruinan el cuerpo, enferman el espíritu y le roban al alma los únicos momentos de dicha que ésta anhela... Sí, Elena querida, nuestro hijo ha sido víctima inocente de esa herencia maldita legada por mi padre, ¡por mi padre, sí, por él!
Elena: Pablo... entonces nuestro hijo... tú, tú...
Pablo: Sí, Elena, yo soy el ser inocente que te elegí como esposa para hacerte feliz y rodearte de cariño, y por culpa de mi padre sólo he podido darte un cuerpo enfermo y contaminado por un azote aborrecible, y un hijo mutilado para toda la vida.
Narrador: Cuán triste, ¿verdad? Ese puede ser tu caso, querido joven, amada señorita. Que esta conmovedora tragedia que se ha representado haga latir más aprisa las sensibles fibras de tu corazón para que penetre en él, como luz en las tinieblas, aquel sabio consejo del apóstol: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Fil. 4:8).
Evitad, queridos jóvenes, que por una conducta irresponsable e impura podáis transmitir a vuestros descendientes una herencia maldita.
Evitad que existan novias fieles que creen con corazones sinceros en la lealtad y pureza del ser amado, mientras éstos contaminan sus cuerpos y venden sus almas. Evitad que existan esposas abnegadas, sufriendo inocentemente por causa de un vicio que todos desprecian y maldicen... Evitad que existan hogares destrozados por la tristeza y el dolor de haber recibido un legado aborrecible, como resultado vergonzoso de un momento de disipación y olvido de lo que os debéis a vosotros mismos... a vuestros hogares, a la patria y, por encima de todo, a vuestro Creador y Hacedor.